lunes, 6 de octubre de 2008

"Laurel Azul" cuento de Domingo Ramón Martínez Hedman.

Amigos, les presento a este autor cubano, de profesión medico, al cual conocí a través de mi amigo el poeta Valentín de Alamar. Ellos acogieron la idea del sitio con mucho entusiasmo y en lo adelante veremos algunos de sus trabajos por acá.



Domingo Ramón Martínez Hedman (Cuba, Ciudad de La Habana, 1961) de profesión medico ha publicado poemas en el libre catauro de la décima, recibió mención en el cuento del año 2005, de la Asociación Canaria de Cuba. Entre sus obras tiene un poemario que versa sobre la emigración de los canarios a América, cuentos de diferentes temática y novelas. El cuento Laurel Azul, que podrá leer a continuación, obtuvo mención en un festival de la Asociación Canaria y fue leído por Domingo Ramón al equipo Industriales, a partir de una invitación de Ciro Bianchi, en la sala Villena de la UNEAC, donde se hizo un homenaje al mencionado equipo la última vez que fue campeón de Cuba.

LAUREL AZUL
Estaba sucia. Sentía miedo, todos tenían la mirada sobre mí. Alguien me abrazó y por un instante percibí una sensación de piedad, pero de inmediato sospeché que esa persona no me estimaba, pues enseguida me entregó a otro señor que me apretó con enorme fuerza. A este, le sudaba
la mano derecha. Los ojos exaltados, venas del cuello dilatadas y las gotas que corrían por su frente, le daban un aspecto repulsivo.
Comprendí que mi vida no tenía ningún valor. Pensé incluso llorar, para ver si se compadecían, aunque rápidamente supe, que ni con un llanto torrencial lograría mi propósito. Escuchaba los gritos de los que pedían, en el mejor de los casos, mi destierro. ¡Qué injusticia!, volví a pensar, jamás había lastimado a nadie, pero este mundo es así, lleno de locuras. ¡Cuántas veces había hecho lo imposible para alegrar a los demás! ¿Nadie sería capaz de tener eso en cuenta? Decidí morir decorosamente, no tenía otra alternativa, total, ¿qué precio tendría yo para ellos? Mi cuerpo estaba cubierto de heridas que no recordaba haber recibido. ¿A quién podría preguntarle cómo ocurrieron? ¿A éste que cada vez me ceñía con más odio? Por mi mente desfilaban ahora muchos recuerdos, produciéndome una ansiedad difícil de relatar. Unas tenazas pretaban mi cintura, sin clemencia, cuando alguien se acercó al sádico que me inmovilizaba. Creí que podía ser la llegada de alguna orden indultándome de mis cargos, pero nada auguraba esa contingencia. El recién llegado dijo algo que no logré entender. Vi reír de manera fingida al desagradable acompañante. Los gritos cada vez se escuchaban con más fuerza, y a cada momento esperaba la muerte. Sabía que ya se acercaba. El verdugo me alzó por encima de su cabeza, lanzándome con una furia indescriptible. Sentí un inmenso dolor y comencé a volar, mientras el público vociferaba enardecido, como si estuviera en el circo romano. De inmediato intuí donde estaba, cuando escuché: ––Jonrón carajo, ganó Industriales. Caí del otro lado de la cerca. Todos saltaban de alegría, ¿y yo? Yo rodaba entre los asientos del jardín central.

Domingo Ramón Martínez Hedman 2006 Obra registrada en Cuba Número de registro: 1866-2006

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