miércoles, 1 de octubre de 2008

GUIÑO a través de las gafas de Domingo Ramón Martínez Hedman

A proposito de la gran repercusión que tuvieron los Beatles entre los jóvenes del mundo y de la resitencia que ejerciero los no tan jóvenes, ante la Revolución que representaban, en tanto vieron amenazadas las reglas establecidas.


El autor Domingo Ramón Martínez Hedman (Cuba, Ciudad de La Habana, 1961) de profesión medico ha publicado poemas en el libre catauro de la décima, recibió mención en el cuento del año 2005, de la Asociación Canaria de Cuba. Entre sus obras tiene un poemario que versa sobre la emigración de los canarios a América, cuentos de diferentes temática y novelas.



GUIÑO a través de las gafas


Un perro corre calle abajo. Lo veo alejarse. Detenerse. Levantar la pata y marcar su territorio. Llego al parque y de nuevo lo encuentro, ahora tras una perra esquiva. Decido sentarme en un banco que juzgo detenido en el tiempo, creyendo estar solo. Sin embargo, frente a mí John Lennon sonríe. Parece mirarme detrás de sus gafas. A mi mente llega aquella frase de Dumas de que la vida es fascinante; sólo hay que mirarla a través de las gafas correctas. Qué inocencia, pienso al mirar a John. Ahora recuerdo a Frank. Mi amigo Frank. Qué difícil es despistar un pensamiento cuando nos llega. Dicen que son químicos cerebrales los que lo provocan, pero cómo explicar lo que nos pasó a Frank y a mí al salir de una fiesta con aquel disco de los Beatles en plena calle 23.
––¿Qué llevas ahí, muchacho?
––Un disco ––respondió Frank, a secas.
Yo no dije una palabra, de antemano sabía cómo terminaría esa historia.
––¿De quién? ––preguntó el guardia.
––Mío.
––No te hagas el gracioso ––el uniformado elevó la mejilla y una mueca apareció en su rostro, sobre todo cuando de nuevo preguntó ––, ¿de quién?
––De los Beatles ––dijo Frank, con un hilillo de voz casi inaudible.
––Dame acá so´ cabrón ––dijo el poli, flexionando su rodilla, y rompió el disco de acetato.
Jaujaujau me ladra el perro, tal vez al advertir alguna señal de malignidad en mi rostro. Miro de nuevo y frente a mí, con esa mirada de libertad, fría, se mantiene Lennon. Prefiero dar algo de comer al infeliz animal. Ahora lame mis zapatos. Acaso esté husmeando a mi perra en celo. Me levanto del banco y le lanzo un choricillo que llevo envuelto en un sobre. Avanzo despacio, por entre las aceras del parque, y no me volteo por miedo a que alguien me llame, quizá, por temor a que John, que pudiera ser Frank, me haga un guiño de ojo.


© Domingo Ramón Martínez Hedman

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